Abajo se veía el serpenteante camino que conducía al sanatorio, por el que había llegado la vispera. La humeda hierba de la ladera estaba cubierta de gencianas estrelladas de tallo corto. Una parte de la plataforma, rodeada de un seto, formaba un jardín. Había caminos de grava, arriates con flores y una gruta artificial al pie de un soberbio abeto. Una terraza cubierta con una techumbre de cinc en la que había unas chaise-longes se abría hacia el sur, y junto a ella se elevaba un mástil pintado de color teja, en lo alto del cual aveces se izaba la bandera: una bandera de fantasía, verde y blanca, con el emblema de la medicina, un caduceo, en el centro.
sábado, 13 de febrero de 2010
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